viernes, 13 de enero de 2012

Café – Un relato breve


A Pedro le gustan los sábados porque le dejan dormir la siesta tranquilo después de la comida. Elena, su pareja, pasará toda la tarde ensayando como cada sábado con su grupo de teatro, y él tendrá para si solo todo el sofá de su salón.

  Terminaron de comer, se despidieron con un beso, y Pedro se durmió profundamente tumbado en el sofá frente a la tele encendida. No se inmutó hasta que oyó la llave girar la cerradura de su puerta a eso de las ocho de la tarde.
  –– Despierta grandullón –– se anunció Elena desde el recibidor –– tenemos que arreglarnos para ir a cenar, he quedado con Lucia y Juan.
  Pedro abrió un ojo y lentamente se desperezó. No le apetecía mucho levantarse y gruñó un poco, pero Elena no le hizo caso, se metió directamente al baño.
  Finalmente se incorporó y, tambaleándose, caminó unos pasos hasta la cocina, necesitaba un café. Pulsó el botón de encendido de la cafetera, pero descubrió fastidiado que no funcionaba.
  –– ¡Chiqui, la cafetera se ha vuelto a estropear! - le gritó a Elena.
  No le gustaban esas cafeteras modernas, ya se lo advirtió a ella cuando fueron a comprarla al Corte Inglés. Mucho botón sensible al tacto, mucho plástico, muy de diseño, pero se estropeaban con solo mirarlas.
  Decidió encender un pitillo. Se sacó uno de la camisa y se apoyó en la encimera a fumárselo tranquilamente mientras Elena terminaba en el baño.
  La puerta del baño se abrió unos instantes y Elena asomó la cabeza.
  –– ¡Pedro! ¿Te has levantado ya? Mira que volveremos a llegar tarde.
  Pedro suspiró y le respondió.
  –– Ya voooy, deja que me termine el cigarro tranquilo.
  Tenía mal despertar, los dos lo sabían. Era lo único malo de sus siestas, necesitaba el maldito café para reaccionar y volver a ser él mismo.

  Se lo tomó con calma y disfrutó el cigarro calada a calada, intentando relajarse y no pensar en nada.
  Volvió a escuchar la puerta del baño y a Elena dirigirse al salón.
  –– ¿Pero qué haces? ¿Aún estás ahí? –– la escuchó exclamar.
  Pedro pulsó apresuradamente el botón del grifo para apagar la colilla pero tampoco funcionaba. Maldijo su suerte y se encaminó al salón en busca de su cenicero.
  –– Ahora tampoco funciona el grifo de la cocina, vaya...
  Un grito desgarrado le interrumpió, supo al instante que era Elena y corrió lo que le quedaba de pasillo.
  Al llegar al salón vio a Elena arrodillada frente al sofá. Había alguien tumbado en él, y ella se tapaba la cara con las manos.
  Asustado, se acerco para ver quien era.
  Era él.