lunes, 6 de junio de 2011

El paradigma Orwelliano



Hoy me voy a salir de una de mis normas personales y escribiré acerca de la política. Algo espinoso en estos tiempos que corren de axfisiante corrección y pensamiento único, en los que el diálogo, pese a lo que pueda parecer, ya no existe, pues cualquier voz discordante es tachada como hereje.
Pero no lo voy a hacer de ningún partido, lo haré sobre la política, en general, como idea, como parte de nuestra sociedad.


La sociedad tiende a autorregularse. Movimientos generan contra movimientos, y como se suele decir, “el aleteo de una mariposa en Londres puede desatar una tormenta en Hong Kong”.
Este último mes no he dejado de recordar a Orwell. Me voy a tomar la libertad de copiar y pegar de la Wikipedia el argumento de su novela “Rebelión en la granja” (1945), por su alguien no la ha leído, o no la recuerda del todo:

Los animales de la Granja Manor, alentados un día por el viejo "cerdo Mayor", que antes de morir explicó a todos los animales su visión, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al señor Jones y crear sus propias reglas (los Siete Mandamientos) que escriben en una pared.
1.     Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2.     Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es amigo.
3.     Ningún animal usará ropa.
4.     Ningún animal dormirá en una cama.
5.     Ningún animal beberá alcohol.
6.     Ningún animal matará a otro animal.
7.     Todos los animales son iguales.
Al principio la granja, que pasa a llamarse Granja Animal, es más próspera incluso que cuando el señor Jones la administraba. Sin embargo, con el paso del tiempo los cerdos, que se habían autoerigido como líderes por su inteligencia, empiezan a abusar de su poder y manipulan los mandamientos en su favor. Dos de estos cerdos, Snowball y Napoleón, se muestran como los líderes, pero empiezan a mostrar diferencias, que acaban cuando Napoleón lanza a los perros contra Snowball y este huye de la granja.
A partir de ese momento Napoleón se erige como único líder. Los cerdos se constituyen como una élite dentro de la Granja, y los demás animales se mantienen bajo la dictadura de Napoleón, amenazados por los perros de este. Poco a poco los cerdos adoptan los defectos del propio hombre por los cuales en su día sustentaron la revolución. A lo largo de la novela, se efectúan ciertos cambios en los Siete Mandamientos, que "justifican" las medidas que toma Napoleón y los actos de los cerdos:
       "Ningún animal dormirá en una cama con sábanas"
       "Ningún animal beberá alcohol en exceso"
       "Ningún animal matará a otro animal sin motivo"
Sucesivamente, todos los Siete Mandamientos van desapareciendo por orden de Napoleón, y con la complicidad de los demás cerdos.
Finalmente, los cerdos modifican también sus conductas, empiezan a usar las ropas abandonadas por el señor Jones y aprenden a caminar sólo sobre sus patas traseras (modificando para ello el primero de los Siete Mandamientos). Después que un ataque de los humanos es repelido por los perros, los granjeros de los campos vecinos deciden mantener relaciones amistosas con los animales de la Granja Manor, felicitando a Napoleón por el éxito económico de la finca: los animales dirigidos por Napoleón trabajan en larguísimas jornadas, alcanzan elevados niveles de productividad, se contentan con raciones minúsculas de comida, y jamás se quejan ante los cerdos. Halagado, Napoleón y los cerdos invitan a los humanos a almorzar en la granja manor; los animales de la Granja, sorprendidos, advierten que sus compañeros cerdos han copiado totalmente la conducta y aspecto de los humanos.
Al final de la novela, la dictadura de Napoleón y sus seguidores se consagra de modo absoluto cuando los animales preguntan al burro Benjamín (uno de los pocos que sabe leer) sobre cuál es el único mandamiento que queda escrito. Éste es el séptimo, convenientemente modificado por los cerdos:
"Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".

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